Ante el aumento de las tensiones con Moscú, Londres ha decidido actualizar sus planes de contingencia, evidenciando así la creciente preocupación de que el Reino Unido no esté suficientemente preparado para enfrentar una posible guerra. El primer ministro británico, Keir Starmer, ha instado a las autoridades a desarrollar nuevos protocolos, señalando que la revisión más reciente se realizó en 2005 y no considera las amenazas contemporáneas, tales como los ciberataques o ataques a infraestructuras críticas. En este nuevo contexto, se espera que el plan, elaborado por la Dirección de Resiliencia de la Oficina del Gabinete, incluya directrices precisas sobre el momento en que el primer ministro deberá refugiarse en el búnker de Downing Street o en otra ubicación segura. Estos esfuerzos son una respuesta directa a advertencias recientes de un alto funcionario de la Royal Air Force, quien afirmó que un ataque ruso a gran escala podría haber comprometido significativamente las defensas británicas, resultando en la destrucción de infraestructuras vitales.
En medio de esta revisión de las estrategias de defensa, funcionarios del gobierno están impulsando la creación de una versión británica de la conocida Cúpula de Hierro israelí, diseñada para contrarrestar la creciente sofisticación de las armas rusas, especialmente los misiles hipersónicos. Rusia, junto con otros países como China e Irán, ha demostrado que tiene misiles capaces de eludir las defensas convencionales existentes, lo que representa una amenaza significativa para la seguridad nacional británica. Mientras el Reino Unido ha intensificado su apoyo a Ucrania, las autoridades rusas comienzan a percibir al país como un actor amenazante en la esfera internacional, lo que obliga a Londres a revisar sus capacidades defensivas.
El primer ministro Starmer, en colaboración con el presidente francés Emmanuel Macron, está orquestando una respuesta unificada a la crisis en Europa. Entre las medidas discutidas se incluye la opción de desplegar fuerzas militares en Ucrania como forma de disuasión ante un posible alto el fuego, reflejando la desconfianza del primer ministro en las garantías de Vladimir Putin. Aunque las probabilidades de un conflicto a gran escala entre Rusia y el Reino Unido son consideradas bajas por expertos en seguridad, estos advierten que la situación puede cambiar rápidamente, lo que subraya la necesidad de una respuesta estratégica y una preparación militar más robusta.
Las actividades recientes de vigilancia por parte de buques rusos en las costas del Reino Unido e Irlanda han suscitado serias preocupaciones sobre la seguridad de las infraestructuras submarinas. Un simulacro de emergencia llevado a cabo en Whitehall simuló un ataque que combinaba misiles y ciberataques, revelando fallas significativas en las defensas británicas. Los resultados del ejercicio mostraron que sería difícil interceptar todos los ataques entrantes, lo que podría resultar en un alto número de bajas entre civiles y personal de servicios de emergencia. Esta realidad ha llevado a una reevaluación urgente de las capacidades contra amenazas emergentes y la necesidad de mejorar la resiliencia del país.
En este contexto, la revisión estratégica de defensa del Partido Laborista está evaluando el estado actual de las Fuerzas Armadas, proyectando medidas que buscan el refuerzo de la seguridad nacional. Se contempla un aumento del gasto en defensa a 2.5% del PIB para 2027, aunque se discuten los mecanismos de financiación necesarios para lograr estas metas. El plan de contingencia emergente abordará diversos escenarios válidos de ataque, desde misiles convencionales y nucleares hasta ciberamenazas, además de incluir estrategias centradas en la protección de redes críticas y la preparación frente a futuros incidentes de seguridad nacional, reforzando así la capacidad de respuesta del Reino Unido a eventuales crisis.