
Un sencillo muchacho oriundo de la Ligua se vio en una encrucijada al aterrizar su realidad y ver que su sueldo no alcanzaba para vivir y pagar sus múltiples deudas. Sólo en su poder contaba con $6.000 pesos que un fin de semana decidió administrarlos de una manera diferente para duplicarlo. Es Matías Leiva, dueño en la actualidad de La Insolencia, empresa dedicada a la venta de panes gourmet, quien le dio un giro a la venta callejera.
Trajes diseñados de manera minuciosa y con un estilo único diariamente salen a vender a las calles de Santiago convirtiéndose hoy en una empresa que factura aproximadamente $2.500.000 diarios.
¿Cuándo comienzas con la idea de emprender?
Yo estaba trabajando en una empresa de transporte internacional, llevaba importaciones, pero tenía muchas deudas y el sueldo no me alcanzaba, así que decidí ir a preguntar al banco cuánto era lo que yo debía y casi me morí al sacar la cuenta porque eran más de 8 millones. En ese minuto vi cuánto era lo que tenía y en mi bolsillo tenía sólo $6.000 pesos.
¿Cómo llegas a tener tantas deudas?
Mira yo no tenía una profesión entonces el trabajo que una persona hace sin tener un título nunca es bien valorado, por más que trabajes mucho y te saques la mugre donde estés. Yo tenía un sueldo de $500.000 y sólo de arriendo pagaba $200.000 y las tarjetas y el comer… Todo sumaba. Y ahí, ese 12 de octubre, me vi con sólo $6.000 pesos.
¿Y qué hiciste en ese momento?
Ahí me propuse hacer algo, a pensar qué podía hacer para generar dinero todos los días, administrar bien esos $6.000 y decidí comprar harina, levadura, jamón, queso y ponerme amasar.
¿Quién te apoyó en ese minuto?
Llamé a Sebita, Sebastián Avendaño mi socio y amigo de Curicó, y le dije: «Tenemos que salir a vender sándwiches». El día 12 de octubre de 2015, comencé con 12 panes, al día siguiente fueron 18 panes y ese día viernes terminamos vendiendo 50 panes. Desde ese día supe que esto era lo que debía hacer.
¿Por qué La Insolencia?
Es que mi mamá cuando era chico me decía “cállate, insolente”. Mi intención en ese momento que decidí utilizar los únicos $6.000 pesos que me quedaban, era faltarle el respeto a la venta ambulante, a los clientes, a la calle y yo quise ser un insolente. La idea era darles calidad a todos quienes habitualmente no compran en la calle, para que se atrevieran a conocer otras formas de venta.
¿Quiénes trabajan contigo?
Tengo un equipo maravilloso, hay 25 personas en este minuto trabajando, incluso cuento con algunos extranjeros en el equipo. Son chiquillos que llegaron a trabajar porque sólo necesitaban trabajar. Fuimos formando áreas de trabajo y pensando en equipos grandes.
¿Cómo se te ocurrió la manera en que venden, vestuario, etc?
El día que salimos con Sebastián a vender, le dije: «Sebita, mira cómo la gente vende porque yo quiero que hagamos algo diferente». Ahí pensé en cómo antiguamente se vendía en los cines, con los productos en canastos y decidí hacer los delantales y gorros característicos de mi marca hoy en día, y partí a comprar dos canastos a La Vega que en ese minuto me costaron $7.000 pesos.
¿Cuánto es lo que vendes actualmente?
Ahora vendemos más de 2500 sándwich diarios en el centro de Santiago, Con eso tú te das cuenta que lo que nosotros creamos fue un concepto, una marca, más allá de un simple sándwich.
¿Cuántos tipos de sándwich cuenta la Insolencia?
Tenemos tres tipos: El Insolente, el Paulina ─en honor a la primera persona que compró un sándwich y confió en nosotros─, y el Canturria, en honor a mi mamá.
¿Cuál son los puntos de venta?
Por Alameda estamos desde Teatinos hasta Ahumada y desde Huérfanos desde Amunategui hasta Miraflores, Santa Lucia y Salida de Bellas Artes.
Si quieren conocer más acerca de La Insolencia, no dejen de visitar su fanpage o su sitio web